Los hay que eluden la verdad aparentemente felices. Sin embargo, están recubiertos por una ligera capa de desesperanza y no pueden ocultar la nostalgia que les provoca el espíritu de lucha que se ahogó en la juventud.
Uno no puede ocultar el miedo porque entonces el miedo viene a buscarle, como recordando esa parte de la que está hecho también el hombre. Algunos lo llaman debilidad, otros simple humanidad.
Y es que huir de los obstáculos va en contra de nuestro instinto de supervivencia.
Nadie elige ser parte de la historia. Ni siquiera se da cuenta de donde se encuentra hasta que los hechos lo arrollan con toda su gravedad. Tal vez hubiera preferido formar parte de lo cotidiano, sin tener que asumir la responsabilidad del momento. Porque el momento pesa y mucho. Pesa la ruptura de todo aquello que nos mantenía estables, en nuestro lugar. El sentirnos privados de libertad, presos de la distancia y presos de los recuerdos y de ese deseo de normalidad.
Pero ya nada es igual. Nada será igual. La situación nos revuelve por dentro y nunca se vuelve indemne de un desastre.
Después de llevarlo todo al límite, me gusta pensar que nada pasa por casualidad. Que necesitamos adentrarnos en una tormenta para recordar nuestra fragilidad, pero también nuestra voluntad de cambio. El cambio. Quizá sirva para andar más despacio, para apreciar lo que la vida nos da y puede arrebatarnos sin previo aviso.
Nadie elige ser parte de la historia, pero después de decir “yo estuve allí”, uno se da cuenta de lo mucho que aprendió de la catástrofe.
Me atrevería a afirmar con seguridad que la poesía es una salvación para aquellos que aún no han encontrado su lugar en el mundo. Aquellos que se sienten náufragos en las aguas agitadas de sus misteriosas entrañas.
Puede incluso abarcar hasta la nada más absoluta, el silencio pesumbroso que se queja y se molesta ante la indiferencia.
Las palabras en su esfuerzo por ahondar y llegar hasta los surcos más profundos de nuestro sentir.
Así como la filosofía nació de la curiosidad y el asombro de los hombres ante el mundo, la poesía es el maravillarse ante las palabras, pudiendo llegar a conectar con un nivel superior que nada tiene que ver con el entendimiento.
La vida no solo es lo que hacemos sino lo que pensamos y también lo que nos atormenta. Lo que se reproduce en ese plano de la conciencia que a veces resulta más real que el físico. Para algunos les parecerá más verdadero y cierto, y es que no existen verdades absolutas.
La verdad es, en definitiva, lo que uno esté dispuesto a creer.
Voy a colmar de historias todos nuestros silencios. Me inventaré que vienes a buscarme de improviso, como en aquellas tardes de lluvia refugiados en un buen café. Olvidaré por un momento que te he escrito y que entre líneas derramé la poca fe que quedaba en mi.
No quiero que hables más de la cuenta, que te ahogues entre palabras que no me dieron tregua ni una sola vez. A veces las cubrías de tanta tristeza, que me parecía estar llorando versos de alguien que nunca supe quien fue.
¿Te vestiste de perfecto caballero?
Quizá la inocencia nos sorprendió a los dos y nos sujetemos con fuerza la máscara para no caer rendidos al amor.
Mi vida no es más que un papel lleno de garabatos. Nunca me gustó poner punto y final a mis propósitos, tal vez por ello me llené de proyectos inacabados.
Si elegía entre dos caminos me parecía estar despreciando el otro lado, y acabé por ir y venir sin control ni destino fijado. Podría haber sucumbido al caos y al devenir perpetuo de los años, mas las pasiones lejos de adormecerse, me acabaron guiando.
Ya no percibo al tiempo como un lastre que me devuelve al pasado.
Llegarás con ese aire nostálgico, como la lluvia cuando ennegrece el cielo. Con ruidosas tormentas poblarás mi caos, creeré que no te necesito, que ya no quiero, que tras las caricias me desvela la confusión, las dudas, el miedo. Entonces súbitamente te encontraré dentro de mi, hurgando en lo desconocido. Entre los recovecos de un espacio solo reservado para mi, y muy lejos de hacerte dueño, reclamarás un pedazo de mi. Vendrás dispuesto a limpiar heridas y sin embargo no te lo pondré fácil porque soy así, inaccesible. Hasta para aquellos que creen que el desorden existe para poder ser feliz. Tal vez mis muros se derrumben y no quede más que la esencia de lo que soy. Tal vez así pueda funcionar.